El imponderable que rebosó la copa.

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CÓMO UN IMPONDERABLE SE CONVIERTE EN CATÁSTROFE, O LA HISTORIA DE LA INCAPACIDAD DE LOS ESTADOS LIBERALES A DAR LA CARA

No se trata de subestimar la gravedad del virus, sino de mostrar cómo las políticas liberales aplicadas en la mayor parte de los países desembocan en una situación en la que se registran decenas de miles de muertos y la población se encuentra confinada por falta de material.

Al principio, hay un virus que se propaga rápidamente y provoca una enfermedad, el Covid-19. Esta enfermedad necesita cuidados particulares en caso de complicación, por lo cual se lleva al paciente más afectado a un servicio de reanimación donde recibe una asistencia respiratoria larga. El reto ahora para nuestros países es hacer frente a ese flujo de enfermos, cuando las estructuras sanitarias están saturadas. Los medios nos cuentan continuamente la catástrofe que se cierne sobre el mundo.

Dicha catástrofe solo existe porque los gobiernos llevan años destruyendo metódicamente los servicios públicos. « El hospital público » todavía recibe fondos públicos, pero se administra como una empresa privada, con el objetivo de reducir los costes. Lo cual pasa en gran parte por una gestión « en flujo tenso », lo cual ha hecho posible la supresión de miles de camas, el cierre de hospitales « periféricos » y la reducción de contrataciones de sanitarios (entre otras cosas dejando de ofrecer salarios que sean atractivos)

Cada año, el hospital se tambalea cuando surge un acontecimiento imponderable que genera un flujo creciente de pacientes durante una temporada. Lo vimos por ejemplo durante la canícula (del 2003) durante la cual gimnasios fueron convertidos en tanatorios. El discurso consiste entonces en hacer que nos olvidemos de la incapacidad del Estado a adaptarse a falta de recursos, pero que nos compadezcamos de la catástrofe. La explicación que se nos da no le echa la culpa al Estado, aunque este es el garante del interés general, sino a los comportamientos individuales que supuestamente no estarían a la altura de la situación.

Cuando la canícula, se trataba de hijos egoístas que no se preocupaban por sus mayores. En el caso del coronavirus, es la falta de disciplina de los « galos refractarios » a las reglas. « Cuando el sabio enseña la luna, el idiota mira el dedo… » Los « sabios » serían los garantes de la ideología liberal dominante; pero nosotros no somos los idiotas que miran el dedo. El único culpable no es el virus, ni l@s cidadan@s indisciplinad@s, sino los gobiernos sucesivos que llevan 30 años gobernando con la libertad económica como única brújula. Lo peor está por llegar: el desprecio de aquella gentuza por el planeta irá, sin duda acelerando esos imponderables, que se convertirán en catástrofes.

El coronavirus es un virus animal transmitido al hombre, es decir un virus de los llamados « zoonosis ». La desforestación, el desarrollo de las superficies agrícolas, el comercio de animales salvajes, el consumo de los mismo y a veces incluso el consumo de sus despojos infectados le transmiten el virus al hombre. Eso lo hace posible el trastorno del ecosistema por la actividad humana. De lo que se trata es, por lo tanto, de un virus ecológico sometido al impacto de la globalización, al que se suman las consecuencias del calentamiento del planeta.

Este virus nos invita directamente a preguntarnos cuál será la organización de nuestra sociedad en el futuro y, por supuesto, cuáles serán los equilibrios de fuerzas y las relaciones geopolíticas. La situación política debe analizarse desde esta perspectiva. No se trata en absoluto de proclamarse de un día para otro profesor de medicina, sino de analizar esta situación desde un punto de vista político. Este es el papel de cada ciudadano y el sentido del interés público.

Habréis notado que el gobierno llama a la solidaridad pero se niega a aceptar la propuesta de la France Insoumise de restablecer por un tiempo (el tiempo de la « guerra sanitaria ») el Impuesto de solidaridad sobre la Fortuna. Al mismo tiempo, no duda en arañar las vacaciones de la gran mayoría de l@s franceses. Nos dice que se utilizarán todos los recursos, « cueste lo que cueste, pero se niega a recurrir a las requisiciones de las clínicas privadas y de los profesionales privados de Anestesia y Reanimación. Teniendo en cuenta además que lo piden ellos mismos en un comunicado del 21 de marzo titulado « requísennos »

Así que está se está dando un verdadero debate político, enfrentándose dos visiones de la sociedad. Por un lado, el liberalismo a ultranza que trata de « salvar los muebles del agua » y, del otro, un principio de construcción humanista que responde al interés colectivo.

Más allá de las palabras tranquilizadoras de los defensores de la política neoliberal, nos esperan una verdadera imposición de las libertades individuales y unas desigualdades más fuertes todavía cuando salgamos de la crisis, en caso de que no se les oponga ninguna expresión. Sin ir más lejos, basta con leer el libro de Noemi Klein sobre la estrategia del choque, en la que expone la división de una sociedad neoliberal en dos partes tras un desastre. Por si faltara recordarlo, Klein se apoya en varios ejemplos históricos:

-Las dictaduras de Pinochet en Chile y Soeharto en Indonesia, donde las reformas fueron llevadas a cabo tras los golpes de Estado y la eliminación de cualquier forma de contestación para poner el marcha un liberalismo a ultranza;

-Los países del Este tras la caída del muro de Berlín, donde se produjeron las « liberalizaciones » tras la caída en Polonia y en Rusia a principios de los años 90.

– El gobierno de Margaret Thatcher en el Reino Unido y el resultado desastroso que se observa ahora en los servicios púbicos británicos;

-Las políticas que han ido aplicándose en EEUU desde 1990, y más particularmente bajo la administración de Bush con la progresiva privatización de la seguridad del país a raíz de los atentados del 11 de septiembre del 2001, de la guerra en Irak o del huracán Katrina, abandonando cada vez a una parte de la población a una situación de extrema pobreza.

-Semejante  onda expansiva se produjo en Sri Lanka tras el tsunami del 2004, repartiéndose los hosteleros del mundo unos territorios hasta entonces reservados.

-Lo mismo después de la crisis asiática de 1997.

Cada vez, como ocurrió también en Bagdad, se observa cómo se produce una división de la población en dos grupos, con una especie de zona verde, rica y protegida de los peligros, y una o varias zonas rojas, peligrosas y miserables.

En Francia, los « Chicago boys » mueven sus fichas. El estado de alarma sanitaria supone también una amenaza para nuestras libertades. El coronavirus llega en un contexto de fuertes movimientos sociales y reivindicaciones populares. En muchos países, es en la calle donde el pueblo intenta expresarse y clamar su sufrimiento a gritos. El desmantelamiento del hospital público, los recortes presupuestarios en la Educación Nacional, la paralización del aumento de los sueldos frente a la renta creciente de las empresas del CAC40, frente al Crédito de Impuesto para la Competitividad y el Empleo (CICE) y a los despidos sin embrago persistentes, la falta de respeto al trabajador mercantilizado, etc. Todos aquellos son motivos para unas iras que no son escuchadas, sino que además son reprimidas por violencias policiales desde hace más de un año, a porrazos, gases lacrimógenos, LBD, detenciones preventivas, innumerables manifestantes heridos y tuertos…

La pésima gestión de la crisis es para preocuparnos. No se ha hecho nada al principio, y luego empezó el confinamiento, permitiendo la ley de urgencia sanitaria. La gobernación se hace por decreto ley. Esos decretos de urgencia suponen violaciones del Código laboral. Ese ataque al Código laboral es el más violento de los últimos 75 años. Semana de 60 horas sin horas extras remuneradas, sin vacaciones pagadas a no ser las conceda el dueño de la empresa, sin aumento salarial e incluso con reducciones de sueldo, todo aquello en nombre de la salvación de la economía, aunque el Impuesto de Solidaridad sobre la Fortuna, por su parte, no se restablece para participar en el esfuerzo de crisis !

En la actual situación de miedo frente a los estragos del virus y al confinamiento, nadie puede reaccionar realmente. El autoritarismo de los gobernantes se propaga con la misma velocidad desenfrenada que el virus. Y va concretándose la esperanza de los oligarcas de poder disponer de una mano de obra explotable sin límites. Para Jean-Luc Mélenchon, el estado de alarma ya es en sí un ataque a la democracia. Esas medidas supuestamente temporales amenazan a continuación con se incorporadas al derecho común, así como el estado de alarma terrorista, supuestamente excepcional. Es urgente planificar, requisar e incluso nacionalizar lo que debe serlo. Ahora es cuando hay de coordinar todos los medios y recuperar nuestra soberanía e independencia de producción. Debe crearse un polo del fármaco, ámbito en el que hemos perdido toda independencia.

La fraternidad, la ayuda mutua, el servicio público y el Estado deben ponerse al día en oposición al egoísmo social, el lucro, la codicia y la competencia libre y no falseada. Nuestro programa « L’Avenir en commun » hace estas propuestas.

Las luchas ecológicas y sociales deben ir unidas. La ruptura con el productivismo capitalista es primordial para establecer una planificación ecológica e industrial, ya que no existe el capitalismo verde. La repartición de las riquezas es esencial para la felicidad y el bienestar de cada uno. El interés general debe ser nuestra preocupación básica. Para ello, proponemos relocalizar las producciones, favorecer la agricultura campesina para una soberanía alimentaria. Detengamos la perpetua mudanza del mundo favorecida por los acuerdos de libre intercambio ecocidas que también matan a los hombres. Proponemos restaurar el valor del trabajo y del respeto a la fuerza productiva. No, la austeridad no es un modo de vida salvador, es al contrario un modo de vida destructor y asesino.

Para concluir, podemos decir que el confinamiento no es el remedio universal. La emergencia hoy para limitar el número de muertos es planificar la salida del confinamiento y convertir nuestra industria para que pueda producir millones de pruebas, millones de mascarillas y miles de respiradores. El derecho democrático a la oposición y la propuesta debe ser preservado: es una prioridad absoluta contra la deriva autoritaria que ya está en curso. Y como lo comentó Jean-Luc Mélenchon la semana pasada en una conversación telefónica con Daniel Mermet para el programa de radio « Là-bas si j’y suis » : « Ante la incuria de los gobiernos y su necedad intrínseca, la gente va a desear que se vayan. Lo que nos espera es aún más increíble y sin precedentes que lo que podemos imaginar ».

No hay vuelta atrás. Empecemos desde hoy a construir el mundo ecosocialista del mañana.

Claudio Calfuquir, Sandrine Coquerie, Hélène Le Cacheux

Traducido del francés por Alice Carette e Cyril Roquet

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