Reutilización Social de los Bienes Confiscados: ejemplo de política ecosocialista contra el crimen organizado.
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El mundo se enfrenta a una crisis sanitaria sin precedentes desde la gripe española de 1918. Sus orígenes son múltiples, pero tienen un denominador común: el capitalismo neoliberal y globalizado.
Sin embargo, son los fundamentos mismos de la economía neoliberal los que han permitido la emergencia en todos los continentes de organizaciones criminales transnacionales (OCT) en los últimos 40 años: denuncia del peso del estado providencia, promoción de la economía de mercado y desregulación asociada, mundialización de los capitales, desaparición progresiva del sector público a favor del sector privado y librecambio, en efecto, son elementos que las mafias han podido explotar para desarrollarse como verdaderas multinacionales del crimen.
También es preciso constatar que las mafias han seguido siendo sorprendentemente activas y reactivas a pesar de la pandemia actual asdí como durante el confinamiento. Parece ser a la vez, por un lado, el resultado de unas cualidades inherentes a la génesis de estas organizaciones y por otro, el de su poderosa implantación en la economía legal y local. Así, la ONU, en sus declaraciones, señala el crimen organizado como uno de los problemas más urgentes que hay que tratar globalmente, en los próximos años, junto con el calentamiento global y las pandemias. La lucha contra esas organizaciones pasa por el desarrollo de prácticas sociales e innovadoras. En el contexto de una política ecosocialista, debemos favorecer la emancipación de los ciudadanos frente a todas las formas de criminalidades prejudiciales a nuestra sociedad y la lucha contra estos fenómenos toma también un aspecto social y ecológico.
Una adaptación permanente del crimen organizado.
En pocas semanas, la pandemia del COVID-19 ha cambiado la vida de las sociedades del mundo entero, cambios que también han afectado al crimen organizado. Sin duda, la pandemia ha reducido de inmediato algunas actividades criminales, pero ofreciendo al mismo tiempo nuevas oportunidades que las organizaciones criminales han podido aprovechar. Dos informes, uno de Europol y otro de la ONG “global initiative against transnational organized crime” nos informan de estas evoluciones. Debido a la movilización de varios recursos legales e ilegales a su disposición, las organizaciones criminales son muy activas y se adaptan a cada cambio: por ejemplo, ante la aparición del capitalismo, la mafia supo convertirse, tanto en una sociedad de tipo feudal en Sicilia como en el contexto del socialismo soviético en Rusia. Igualmente supo aprovechar todas las oportunidades en diferentes momentos de la historia: reconstrucción de Nápoles a raíz de una epidemia de cólera en 1884; rescate de los bancos durante la crisis financiera del 2008.
Estos ejemplos nos permiten imaginar el control de esas organizaciones en nuestras instituciones y la amplitud de su poder con respeto a cualquier tipo de crisis, sea económica, política o sanitaria.
Los mafiosos y las organizaciones a las cuales pertenecen representan sin duda alguna de las estructuras mejor organizadas del capitalismo contemporáneo. Esas redes también afectadas por el confinamiento se aprovechan ya de la situación. Así que los grupos mafiosos han aprovechado la rápida oportunidad que los ofrece esta crisis adaptando sus modos de funcionamiento o desarrollando nuevas actividades criminales. Por ejemplo, se pueden observar cambios en las modalidades de la venta minorista de droga (micro comercialización) que se ha “uberizado” con las entregas a domicilio. Asimismo, si esta pandemia ha suspendido o ralentizado provisionalmente algunas actividades (tráfico, prostitución, etc.), ofrece nuevas oportunidades a las organizaciones mafiosas.
Interpol nos informa así de situaciones de pillaje de reservas sanitarias, estafas en internet, producción y venta de mascarillas, gel y medicamentos falsificados o adulterados, ataques informáticos para piratear los datos. Esta crisis les ofrece también oportunidades para reforzar su legitimidad y, de esta manera, meterse más en la sociedad en el momento de la recuperación económica ofreciendo comida, trabajo y material sanitario a los más necesitados. El método ya ha demostrado su eficacia en el pasado y la mafia italiana no es la única que lo utiliza. Se pueden observar ejemplos de este tipo en muchas partes del mundo: distribución de comida por el cartel del tristemente famoso “El Chapo” en México; bandas en las favelas que hacen respetar el toque de queda en Brasil.
La infiltración de la economía legal y el consenso social.
Las organizaciones criminales transnacionales se preparan a la incipiente crisis económica para infiltrarse siempre más la economía legal. Frente a una situación de crisis de la inversión, los especuladores, acaparadores y organizaciones criminales son actores que sí disponen de los recursos necesarios para invertir. Cada actividad económica en quiebra representa una oportunidad para esas organizaciones. Varias regiones de Europa sufren un alto nivel de infiltración mafiosa en la economía legal (Sureste de Francia, Costa del sol…). Los sectores en los que más invierten las organizaciones son el transporte, la industria agroalimentaria, la salud, la ropa y los comercios, o sea sectores estratégicos para responder a la situación presente y futura. Así que varias organizaciones criminales actúan dentro de la economía legal y eso a diferentes niveles: sus actividades van del pequeño comercio de conveniencia a las grandes sociedades. Solo para las mafias italianas, se estima el volumen de negocio a 135 mil millones de euros.
La infiltración mafiosa de la economía no tiene como objetivo la legalización: excluye de la economía a los actores no corruptos y establece un poder monopolístico en el territorio. Las organizaciones criminales van a desempeñar, en estas zonas, un papel de sustitución del Estado en todos la sectores en los que este falla, estableciendo un consenso social con la población. Serán las nuevas “dueñas” de estos territorios, tanto como proveedoras de trabajo como de comida, mascarillas, protecciones, etc. Esta “protección” no se hace sin pago de una contrapartida y, por ello mismo, hace la lucha contra la criminalidad organizada especialmente difícil. No se muerde la mano del que nos alimenta, o al menos la que parece hacerlo.
El medio ambiente no se libra del crimen organizado.
Los crímenes medioambientales se integran perfectamente en el paradigma de la criminalidad mafiosa, combinando control de territorios, transnacionalismo, rentabilidad económica y convergencia entre mafias, empresas y administraciones. En este tipo de actividad criminal, se puede identificar específicamente el tráfico del patrimonio cultural, el tráfico de animales, el tratamiento de deshechos y el ciclo del cemento. Detengámonos en esos dos últimos asuntos para ilustrar el impacto medioambiental de estos tráficos. El mercado de los deshechos se apoya en un modelo económico global cuyo impulsor es el sobreconsumo. Los mafiosos italianos ayudan a muchas empresas del país y de Europa a deshacerse de sus desechos. Esos tráficos tienen consecuencias ecológicas y sanitarias dramáticas en los pueblos de San Lucas y Áfrico en Calabria, donde el número de cánceres sigue aumentando. La OMS confirma en un informe que las tasas de mortalidad y malformaciones son superiores en las zonas donde se concentran sitios contaminados. El ciclo del cemento reúne las construcciones sin permisos, la excavación ilícita de materiales de construcción y la infiltración de licitaciones públicas. Se pueden mencionar varios ejemplos: la infiltración de la mafia en la construcción de la LGV (línea de gran velocidad) Lyon/Turín, o incluso la construcción de una gendarmería en Mentón por una empresa que pertenece a una organización criminal. Esos crímenes medioambientales son el símbolo de los efectos perversos de la mundialización y un elemento indicador de la vitalidad de las mafias.
Las actividades de estas organizaciones tienen consecuencias importantes a nivel sanitario, social y ecológico. ¿Cómo luchar contra estas organizaciones criminales a la vez que contra el sistema capitalista ? ¿Cómo favorecer al mismo tiempo unas prácticas políticas ecosocialistas que protejan el medioambiente y la sociedad?
Del uso social de los bienes confiscados
La lucha contra la gran criminalidad es una lucha ecológica y social. Hay que combatir esas organizaciones criminales y su influencia sobre la economía, los territorios y la sociedad. Uno de los ejemplos más efectivos en materia de lucha es italiano, con una ley adoptada en 1996. Esta ley implementa un dispositivo de reutilización social de los bienes confiscados a la mafia. El ataque contra los patrimonios ilegales de las mafias resulta ser una herramienta indispensable de cada estrategia antimafia. La herramienta de confiscación de los patrimonios ilegales debilita el poder económico de las mafias. Esta ley, entre otras cosas, permitió la atribución de la villa del padrino siciliano Toto Riin a los agentes de la Guardia di Finanza de Corleone, y la transformación de su aprisco en casa de campo.
Al no privatizar los bienes incautados, el estado italiano implica al pueblo en la lucha antimafia y le ofrece la posibilidad de apropiarse de bienes comunes expoliados por las organizaciones criminales. La reanimación del colectivo por medio de sus cooperativas, de sus asociaciones, la apertura de escuelas en estos locales confiscados es un motor poderoso que permite volver a poner a los ciudadanos en el centro de esta lucha y abrir nuevas perspectivas. También permite cambiar las conciencias y actitudes de los pueblos impregnados por el consenso social de la mafia. La confiscación legitima al Estado ante los pueblos y los mafiosos sufren de la confiscación porque esta perjudica su prestigio y su autoridad en los territorios.
Como tal, la lucha contra los fenómenos mafiosos permite la implementación de una economía al servicio del ser humano que respeta la regla verde y, por tanto, una aplicación concreta y local del ecosocialismo. La ilustración más exitosa de esta redistribución social de los bienes mafiosos es el modelo que procede de la economía social y solidaria de la cooperación agrícola. El ejemplo de la cooperativa Placido Rizzotto, nombre de un resistente y sindicalista asesinato por la mafia, es una buena representación. Esta cooperativa cultiva tierras confiscadas a la mafia. A la vez que produce en agricultura biológica verduras, frutas y vinos, es portadora de un proyecto de inserción social que propone formación y empleo. Estas cooperativas compaginan la dimensión política de sus reivindicaciones, en relación a la lucha contra la mafia, y la acción —más fácil que para una empresa— de producción de bienes y de servicios con el objetivo de cambiar el territorio. Estos ejemplos de reutilización social permiten poner de relieve tierras, generan resultados económicamente medibles y demuestran un fuerte poder simbólico.
En Francia, la congresista Sarah El Haily originó una propuesta de ley en 2019 con el objetivo de mejorar la tesorería de las asociaciones y que contiene un artículo dedicado directamente a la lucha contra las organizaciones mafiosas. El artículo 4 de esta ley aspira a hacer posible la utilización de los bienes mal adquiridos en beneficio de las asociaciones. Así, el dispositivo planea que la agencia de gestión y recubrimiento de los bienes embargados y confiscados pueda poner a disposición bienes inmobiliarios confiscados con fines de reutilización social en favor de asociaciones reconocidas de interés común o empresas solidarias de utilidad social aprobadas. Eso permitiría la reutilización de los bienes inmobiliarios confiscados por parte de asociaciones de interés público o empresas solidarias siguiendo el modelo que ya se utiliza en Italia.
Su adopción en la ley francesa debería contribuir a la lucha contra la criminalidad organizada. Puesto que Francia no se libra del crimen organizado —tanto por las organizaciones criminales activas sobre la totalidad del territorio, como por los delincuentes financieros— esta ley sería una palanca importante que, por ejemplo, nos permitiría requisar los bienes de los fugitivos fiscales como Guéant, Balkany, Cahuzac y muchos más, para ponerlos a la disposición de todos. No significa realmente confiscar los bienes de algunos, sino más bien reapropiarse de pertenencias del pueblo. En todas partes, en Francia y otros lugares, ¡ inspirémonos del ejemplo italiano en materia de lucha contra la criminalidad organizada e iniciemos una reflexión ecosocialista sobre este tema!
Simon Berger
Traducido del francés por Cyril Rocquet
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